La capital de Chile se encuentra a trece horas de avión desde Madrid.
El día 6 de marzo a las 9,00 horas aterrizamos en el aeropuerto. Santiago nos recibió con 20 grados de temperatura. Augurábamos que el día sería, como así fue, un agobio de calor. Pasamos del invierno peninsular al estío austral sin mediar primavera alguna. Los grupos estudiantiles cobijados al amparo de los árboles, los comerciantes callejeros, los taxista al acecho, los transeúntes en general, todos buscaban la deseada protección. Avanzaba la mañana de manera cansina. Los trámites de hotel, la búsqueda de información, precedieron a un primer contacto con la cocina chilena. Un sapayo con complemento de verduras ayudó a apaciguar el apetito.
Luego, a golpe de metro, nos desplazamos con dirección a la Plaza de Armas, con la amenaza de una jornada de huelga social contra el gobierno. los cortes de algunos transportes, el cierre de comercios, todo nos indicaba que esta iba a ser una jornada que amenazaba con impedirnos ejercer como turistas. Sin embargo, pudimos comprobar que fuera de las plazas de Italia y Baquedano, la vida continuaba.
Chile no pasa por sus mejores momentos. La crisis económica, la devaluación constante de su moneda y, en general, el cansancio social son el caldo de cultivo para que los trabajadores, especialmente los partidos y sindicatos de izquierda presionen al gobierno.
Santiago de Chile se anuncia con una población de seis millones de habitantes y se desparrama con un horizonte de cerros y la cordillera andina. Hasta sus estribaciones llegan las construcciones que, de manera irregular en altura, ocupan el espacio.
El mejor otero para vislumbrar semejante ciudad es el cerro de San Cristóbal, una atalaya a la que se sube en funicular, una especie de cabra antidiluviana que gatea por una ladera vertiginosa. Es típico en este lugar tomar un mote con huesillos, una bebida refrescante a base de zumo de durazno (melocotón) con trigo.
Más abajo, en la Plaza de Armas, la catedral y los edificios del Museo Histórico Nacional y Correos flanquean sus costados.
Catedral metropolitana
En una de sus esquinas, encontramos la escultura equestre del fundador de la ciudad, Pedro de Valdivia, un extremeño de Villanueva de la Serena. La obra, realizada en España, es un regalo de la colonia española a la ciudad.
Monumento a Pedro de Valdivia
A poca distancia se encuentra otra plaza importante donde se ubica el palacio de la Casa de la Moneda, un edificio que tradicionalmente se dedicó a la acuñación y, posteriormente, a residencia de los presidentes del gobierno chileno. Una escultura de Salvador Allende situada en sus proximidades recuerdan ese capítulo triste de la historia chilena del que todos hemos oído hablar.
Casa de la Moneda
Como antes señalamos, la situación social, económica y política en Chile no atraviesa por buenos momentos. Las revueltas estudiantiles, las huelgas, los transportes afectados, comercios, la ocupación de espacios públicos, las cargas policiales contra los manifestantes y, en general, la movilización de un sector de la sociedad chilena no auguran una solución a corto plazo.
¿No dudaste al ver esto último si no hubiese sido preferible el coronavirus?
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